Los grandes maestros de las leyendas y fábulas cargadas de moralejas –Esopo, Fedro, De la Fontaine, Samaniego– tuvieron sus seguidores en escritores como Goytisolo, Arreola, Monterroso y otros. Y también hoy podemos encontrar representantes modernos de aquellos “filósofos de la vida”. Decenas de miles de “internautas” e “emailnautas” hacen circular por el mundo textos de pequeño formato, cargados de mensajes humanistas, éticos, que claman por un mejoramiento de la existencia humana haciendo, por lo general, centro instituyente de este mejoramiento al propio ser humano, sus modos de afrontar y construir su propia vida. Los autores muchas veces quedan en el total anonimato, pero las ideas calan y quedan por un tiempo en el “disco duro” y luego en el más duro de los discos: el recuerdo.
Hace algún tiempo un texto de innegable valor educativo y orientador circuló por la red de redes: “La historia de Lucas” o “La vida es una constante elección”, de la que traigo una versión condensada.
Lucas era el tipo de persona que siempre estaba de buen humor y siempre tenía algo positivo que decir. Cuando alguien le preguntaba cómo le iba, él respondía: «Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo». Un día fui a buscar a Lucas y le pregunté: «No te entiendo… no es posible ser una persona positiva todo el tiempo. ¿Cómo lo haces?». Lucas respondió: «Cada mañana me despierto y me digo a mí mismo, Lucas, hoy tienes dos opciones, puedes escoger entre estar de buen humor o estar de mal humor; entonces escojo estar de buen humor… Todo en la vida es hacer elecciones. Cada situación es una posibilidad de elegir. Se elige cómo reaccionar a cada situación, se elige cómo la gente afectará nuestro estado de ánimo. Se elige estar de buen humor o de mal humor. En resumen: se elige cómo vivir la vida».
Un día me enteré que Lucas había sido asaltado y le dispararon. Por suerte fue rápidamente llevado al hospital. Me encontré con él después de salir del hospital y cuando le pregunté cómo estaba, me respondió: «Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo». Le pregunté qué pasó por su mente durante lo sucedido. Me dijo: «Cuando estaba herido y tirado en el piso recordé que tenía dos opciones, podía elegir vivir o podía elegir morir. Me dije, quiero y voy a vivir. Ya en el hospital los médicos fueron geniales. No dejaban de decirme que iba a estar bien. Pero cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones del rostro de médicos y enfermeras, realmente me asusté… podía leer en sus ojos, este es hombre muerto. Supe entonces que debía tomar una decisión». «¿Qué hiciste?», le interrogué. «Bueno… uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo y respirando profundo grité, sí, a las balas. Mientras reían les dije: estoy escogiendo vivir… opérenme como si estuviera vivo, no muerto». Lucas vivió claro que por la maestría de los médicos, pero sobre todo, por su asombrosa actitud: el deseo de vivir da vida a la vida.
Pues resulta, y esto es importante para los incrédulos, que “La historia de Lucas” se asienta también en el sustrato material del individuo, en su organismo, en su sistema nervioso. La moraleja tiene un fundamento poco discutible, desde donde su convocatoria a asumir una actitud positiva, optimista, emocionalmente productiva ante la vida, ensancha su valor persuasivo y predictivo de buena salud y felicidad.
En un estudio publicado hace poco tiempo por la revista Proceedings of the National Academy of Scieces se afirma que las personas cuyo patrón de actividad cerebral se asocia a un estilo de comportamiento afectivo positivo, optimista, tienen una mejor respuesta a la vacuna de la gripe. Un miembro del equipo de investigadores de la referida academia señaló: “Es un comienzo para sugerir un mecanismo que explica el porqué los sujetos con una disposición emocional más positiva pueden ser más sanos”. La publicación señala en el origen de esa relación a la actividad del cortex prefrontal, una zona del cerebro que ha sido asociada por muchos especialistas con la emocionalidad. Pues resulta que, algunas evidencias indican que esta zona funciona de manera distinta en personas optimistas que en pesimistas. Más aún, promueve modificaciones funcionales en el sistema defensivo del organismo. Otro equipo del Centro de Neurociencias Cognitivas de la Universidad de Dartmouth encontró regularidades similares.
Desde hace ya muchos siglos pensadores e investigadores de distintas disciplinas han establecido relaciones fundamentales entre los estilos emocionales de afrontamiento y ciertos mecanismos fisiológicos y neuroquímicos. Los trastornos depresivos, muy frecuentes en todas las poblaciones humanas, son un ejemplo muy conocido del estrecho vínculo entre emociones y biología. Ellos están relacionado con el funcionamiento inadecuado de algunos sistemas de neurotrasmisores
cerebrales, en particular la serotonina y la noradrenalina.
En otro ámbito, muchos psicólogos reportan experiencias de pacientes con enfermedades terminales que han prolongado considerablemente su vida luego de un proceso de intervención psicoterapéutica encaminado a instaurar o reforzar un estilo positivo de afrontamiento de la enfermedad. También los adeptos a la metafísica y el pensar esotérico develan relaciones importantes. Serapis Bey, en un artículo sobre la causa interna y la sanación de la enfermedad señala que:
Cada órgano y célula dentro del cuerpo físico tiene una tasa vibratoria propia, separada y distinta de la acción vibratoria del órgano vecino. Vibran al unísono con ciertos centros en el cuerpo físico. Las perturbaciones dentro de los cuerpos mental y emocional de una persona, afectan las vibraciones de los órganos y células del cuerpo físico de manera discordante. Estos cuerpo mental y emocional deben ser armonizados y purificados para darle sanación al paciente.
Pero no es solo un conocimiento de especialistas. Todo ser humano puede encontrar una relación directa entre su estado emocional y su estado físico. Es algo que no tenemos que conocer para saberlo porque lo vivimos en muchos momentos de nuestra existencia. La positividad, el optimismo, el buen ánimo, las alegrías hacen más eficiente y mejor el funcionamiento de nuestro organismo.
Como dice Daniel Goleman, a quien debemos mucho en nuestra comprensión de la inteligencia emocional:
Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida, y de dominar los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad; las personas que no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y pensar con claridad.
Nuestro cuerpo nos agradece la esperanza, acompaña mejor nuestros empeños si ellos contienen alegría y felicidad, nos retribuye con un mejor estado físico si lo colmamos de razones para sonreír. Al final, vive más quien vivir desea.