Muchos le llaman “la reina”. Su expansión ha logrado niveles insospechados: “Hoy forma parte del mobiliario de todos los hogares. Sin embargo, no se trata de un mueble más, si así fuere sería fácil prescindir de ella o relegarla a un segundo lugar. No, lamentablemente, se ha convertido en el centro de la familia y se alza en el cuarto de estar como si se tratara de un altar ante el que todos nos inclináramos para pedirle dones o entregarle nuestras ofrendas”. La “fábrica de mentiras”, le dice Lolo Rico. Para Groucho Marx era algo muy educativo: “Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”. Claro,
es la televisión.
Según un escrito publicado por la Unión de periodistas de Cuba (UPEC), en todo el mundo el tiempo de permanencia ante el televisor ha aumentado. El texto refiere: “Un informe presentado en el Mercado Internacional de Programas de Televisión (MIPTV) en Cannes, Francia, mostró que los seres humanos están cada vez más ávidos de televisión: el promedio mundial ascendió a tres horas y siete minutos por día, siendo el máximo de más de cinco horas en Japón… Los norteamericanos siguen siendo los mayores consumidores de televisión del mundo occidental, con cuatro horas y 28 minutos diarios ante la pantalla. En América Latina, el consumo de televisión aumentó levemente, llegando a una duración media de tres horas y 16 minutos”
Pero hay peores noticias. En este escenario los niños, adolescente y jóvenes son “blanco” predilecto. Se realizan centenares de miles de comerciales que invitan a acciones que dañan su salud, su bienestar, el desarrollo de su espiritualidad. Hoy en el mundo los niños, adolescentes y jóvenes viven asediados entre pantallas. Ya nos había llamado la atención Debray R. hace algunos años apuntando a la realidad francesa, pero a mi juicio transferible en gran medida a otras realidades, “[…] los valores asimilados hoy por los alumnos pasan por la televisión, la música, la radio, la moda, la publicidad, más que por la escuela y la familia”.
Según la Amercian Academy of Child & Adolscent Psychiatry, “[…] los niños americanos miran televisión por un promedio de tres a cuatro horas diarias”. Un estudio realizado por la Broadcasting Standards Commission y la Independent Television Commission de Gran Bretaña, revela que “[…] cada vez más público menor ve televisión a las 9:00 de la noche o en horas en las que los programadores incluyen los espacios en los que se puede ver sexo explícito, violencia o un lenguaje poco apropiado para esta audiencia […]. Según el estudio, uno de cada cinco niños entre 4 y 15 años ve televisión entre las 9:00 y las 10:30 horas, cada noche, una proporción que aumenta –uno de cada cuatro– en el caso de los menores entre 10 y 15 años. La revista española consumer.com señala que “[…] alrededor de 200 000 niños entre 4 y 12 años siguen viendo la televisión una vez concluyen los programas en horario de máxima audiencia y comienzan los espacios de noche con contenidos para adultos”.
El caso de Venezuela es significativo:
En promedio los niños ven de 22 a 25 horas semanales de televisión. En los preescolares esa cifra llega a un promedio de 54 horas por semana, lo que significa de 7 a 8 horas diarias. En general, podemos decir que durante el transcurso del año, los niños pasan más tiempo frente a la TV, que en la escuela… El total de tiempo dedicado a ese medio de comunicación es a veces tan elevado, que aparentemente, queda poco tiempo para comer, ir a la escuela o dormir. Esto se debe a que los niños ven televisión mientras almuerzan o cenan, mientras leen un libro o hacen sus deberes.
“En Cuba –señala la joven investigadora Lil Domínguez– un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociales en el 2001, mostró que la audiencia entre público infantil y adolescente, a nivel nacional, es muy elevada y existe una alta frecuencia de visualización de la televisión”. En otra investigación realizada por la joven psicóloga Madelín Domínguez se planteaba a escolares de la enseñanza primaria: “Si un marciano se asoma por la ventana de tu casa sobre las cinco de la tarde, después que llegaste de la escuela ¿Qué te ve haciendo?” La gran mayoría, más del 95 %, respondieron: “Viendo la televisión”.
No hay duda de que existen notorias diferencias entre lo que sucede en nuestro país y las informaciones que tenemos de lo que sucede en muchas partes del mundo. Pero esto no nos da razón para acomodarnos, para pensar que “aquí no pasa eso” y fin de la historia. Una vieja sentencia de la sabiduría popular aconseja: “Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”. Nos acercamos a un modelo de sobreconsumo infantil de la televisión. No tenemos que ser investigadores para reconocerlo. Basta una mirada autocrítica a nuestra propia casa, a la de nuestros familiares, nuestros vecinos. Nos acercamos a un modelo de consumo infantil de la televisión extralimitado en horarios y tipos de programas.
La televisión es utilizada con mucha frecuencia como una “tata o niñera eléctrica” de bajo costo (bueno, ya no es tan bajo el costo). Televisión antes y después de “la calabacita”, televisión con programación para niños, jóvenes o adultos, televisión a las 8:00 p.m., a las 9:00 p.m., a las 10:00 p.m., televisión hasta la hora “dale chico, mira qué hora es… mañana vas a estar muerto de sueño y yo ya me estoy quedando dormida…”. (vaya forma de definir los horarios de consumo). Algunos se contentan con decir: “La programación de la televisión es la culpable… es que ponen cada cosa que no son para niños”. Otros se justificarán con que “los niños han cambiado mucho… ya no les gustan los muñe… ahora quieren ver cosas de adultos”. Y claro como los niños nacen para ser felices. Sabemos que un niño cuando está en silencio, que “ni se siente” es sobre todo una “señal de alarma” (“¿en qué andará?). Y allá vamos a ver en qué anda. “Uf… qué tranquilidad. ¡Menos mal… está viendo la televisión!” ¿Pero sabemos qué está viendo? Creo que exagero un poco, pero deberíamos poner un cartel de “Cuidado. Niños viendo televisión”. No por los niños, obviamente.
El asunto es lo suficientemente serio. No se puede dejar así. Entonces, para no quedarme en el diagnóstico, y partiendo de la consideración de que los padres y las madres podemos ayudar a nuestros hijos a tener experiencias positivas con la televisión, me aventuro a listar algunas propuestas sencillas, ojalá que eficientes. Son el resultado de muchas recomendaciones elaboradas por diversas instituciones científicas. Se trata de un conjunto de acciones que podríamos realizar en casa de las y los más pequeños, en aras de romper el cerco y poder asimilar productivamente los beneficios de la televisión:
1.Sentarse junto a los hijos a mirar los programas. Este es un excelente momento no sólo de compartir con los pequeños, sino también de “modelar” (mostrar un modo de “consumir” lo que la televisión muestra, un modo de “ver televisión”).
2.Escoger programas apropiados para el nivel de desarrollo del niño. La televisión tiene una gran ventaja: podemos elegir, seleccionar, por último apagar. La televisión no es un “mal inevitable”, puede ser un instrumento de disfrute, relajación y también de educación. Los programas que no resulten apropiados para los niños, se cambian o se apagan.
3.No convertir al televisor en el centro de la actividad doméstica. En la casa hay muchas actividades que realizar. La televisión no es ni tan siquiera el único medio de entretenimiento. Es más, su exceso de consumo puede perjudicar seriamente el establecimiento de ciertas rutinas necesarias.
4.Poner límites a la cantidad de tiempo que pasan ante la televisión (a diario y por semana).
5.Apagar la televisión durante las horas de las comidas y del tiempo de estudio. A la hora de la comida no se ve televisor. Es mejor aprovechar estos momentos para el intercambio, saber cómo van las cosas. Asimismo, mientras se estudia, el televisor no puede estar de “patrón de prueba” o “acompañante”.
6.Analizar junto con los niños lo que se está viendo en un programa. Se puede lograr mucho con esta sencilla práctica, obviamente sin interferir, interrumpir, ni molestar al niño. En el momento en que se produzca, señálele un “comportamiento positivo” (amabilidad, bondad, cooperación, amistad, por ejemplo). Invítelos a que ellos mismos hagan su valoración de uno u otro comportamiento de lo que están viendo en el programa.
7.Construir sinergias. Mientras están mirando la televisión o al concluir un programa, es recomendable hablar de los valores familiares y personales, cómo se relacionan con lo que están viendo. Aproveche y recuerde anécdotas familiares, cosas que han sucedido, que han sido dichas. Ponga en evidencia las relaciones posibles que existen entre lo que han visto y libros que han leído o que podrían leer sobre el tema, historias relevantes, lugares de interés que podrían visitar
o que han sido visitados.
8.Comparar lo que se observa en un programa de televisión con sucesos reales. Es muy importante que los niños logren entender las diferencias entre la realidad y la “realidad televisiva”. Es bueno solicitar a los niños que comparen lo que están viendo con la realidad para que aprendan a establecer las distancias.
9.Diversificar el mundo de las experiencias infantiles. Que vean la televisión. Bien. Pero también que lean libros, que desarrollen juegos creativos con sus juguetes (crear personajes, situaciones, historias). Que construyan, inventen, hagan de sus “sueños infantiles” realidades construidas con sus manos. Que compartan con sus amistades. Por qué no, que jueguen en la computadora, pero que también aprendan a hacer de ella un aliado en el aprendizaje, en la realización de tareas escolares.
A esta lista usted, seguramente, podrá agregar acciones de su propia cosecha. Hágalo. Y sobre todo piense que no hay por qué permitir que una posible buena aliada se convierta en un peligro.
La televisión es uno de los más extensos socializadores de nuestra época. Pero la socialización que reconocemos, la más extendida, es la de la sumersión. Ya lo decía Gerbner en su teoría del cultivo, cuantas más horas se sumerge un individuo en el mundo de la televisión, mayor es la coincidencia entre la concepción que este tiene de su entorno y su representación televisiva, de modo que su idea de lo que le rodea se ajusta sobre todo a la idea que aquella difunde. La TV tiene un papel fundamental en la construcción de las representaciones mentales de nuestros niños y jóvenes. Por eso es fundamental estar atentos: ¿qué ve? ¿Cuánto tiempo ve? ¿Qué piensa de lo que ve?
La televisión puede aportar beneficios sustanciales al progreso social, al mejoramiento del ser humano, al desarrollo de habilidades sociales. Nos puede acercar al sueño de acciones de salud más extensivas y preventivas. Puede ser trinchera de la defensa de la cultura, de la soberanía. Puede ser un amplificador de las acciones de educación, puede multiplicar los panes y los peces que alimentan el alma humana. Ser esperanza, firmeza, convicción.
Pero va a depender, no solo de que se muestra en la TV, sino con mucho, de cómo nos relacionemos con ella. De nosotros depende. Se lo digo yo que soy de allí.