¿Tiene usted alguna adicción?

Manuel Calviño

Para muchas personas el concepto de “adicción” se refiere casi exclusivamente al uso de drogas ilegales (marihuana, cocaína, entre otras). Con un poco más de reflexión se llega a pensar también en la adicción cuando existe abuso en el consumo de algunas sustancias perjudiciales a la salud (alcohol, cigarrillos, por ejemplo). Sin embargo, hoy en el mundo se observa una comprensión mucho más amplia que considera importantes para definir un comportamiento como adictivo, no solo
la cantidad de consumo y la naturaleza de lo que se consume, sino también los efectos sobre la vida de la persona, de sus relaciones con otros y con la sociedad.

¿Cuándo podemos sospechar que estamos ante una adicción? Veamos algunas referencias fundamentales:

1.La actividad particular a la que se es adicto absorbe la vida del individuo de manera que domina sus pensamientos, sentimientos y conducta. Todo es secundario con respecto a la adicción y esta produce un aislamiento del resto de las cosas de la vida. Mientras más se dedica a ella, se necesita más y más.

2.Se siente que no se puede vivir sin hacer lo que la adicción dictamina. No se puede controlar el deseo de hacerlo, por el contrario la adicción es quien controla. Se percibe la nocividad de lo que se hace, pero no se puede evitar.

3.Aparecen conflictos con el entorno, con otras personas y con las obligaciones que no se relacionan con la adicción. Esto puede llevar a no cumplir normas elementales de convivencia y hasta infringir la ley.

4.Si la actividad es interrumpida, postergada o detenida por algún agente externo y durante un período de tiempo considerable aparecen claros síntomas de molestia, malhumor, ansiedad, tendencia marcada a retomar la actividad. Si el tiempo es prolongado, entonces se manifiesta claramente la agresión, hasta la violencia.
Partiendo de estas consideraciones muchos investigadores y profesionales de las ciencias del comportamiento humano llamamos la atención sobre conductas que pueden convertirse en adictivas, incluyendo muchas que no se relacionan con el consumo de drogas. Estas adicciones también llamadas no químicas o psicológicas se pueden presentar en diversas actividades humanas como, por ejemplo el trabajo, el juego, mirar la televisión, salir de compras, acumular posesiones de diversos tipos sin más razón que la posesión misma y otras. La adicción se relaciona con la existencia de patrones de uso y consumo que pueden llevar a un eventual impacto negativo en el funcionamiento del individuo y afectan al matrimonio, la familia, las relaciones interpersonales, el trabajo, la economía doméstica, e incluso, el comportamiento ciudadano.

La adicción a la compra o compulsión por comprar, padecimiento de los llamados shopaholics, se dice afecta aproximadamente al uno por ciento de la población, en una proporción de nueve mujeres por cada hombre. Obviamente, esto ocurre sobre todo en países llamados del primer mundo y entre los favorecidos social y económicamente. En esta adicción se manifiesta como razón de la compra no una necesidad, sino un impulso descontrolado que puede equipararse con la dependencia a las drogas o al alcohol. La consecuencia puede ser hasta la ruina económica. “La obsesión lleva a veces a adquirir cualquier cosa sin reflexionar, y otras, a ir de tienda en tienda en busca de «algo»… si no se compra, se siente ansiedad… no tarda en aparecer un sentimiento de culpa, de rabia contra uno mismo y de tristeza”, afirma una psicóloga del gabinete Isep Clínic.

Aunque la adicción al trabajo ha existido siempre, no fue hasta los años ochentas que se comenzó a estudiar como tal. Se trata de los workaholics, es decir, los adictos al trabajo. Son personas para las que su trabajo lo es todo, pero al costo de su realización plena como ser humano. Algunos los consideran enfermos sociales que triunfan en lo laboral, pero son infelices en su tremendamente pobre y limitada vida privada. El adicto al trabajo, generalmente, es un profesional liberal, muy perfeccionista y con un excesivo afán de éxito. Siente que no le alcanza el tiempo para hacer todo lo que quiere hacer en su trabajo. No tiene tiempo libre y los resultados a obtener siempre son “para ayer”. Su casa es en realidad su otra oficina. El trabajo le satisface más que su familia, por eso en muchas ocasiones olvida sus obligaciones familiares y sociales. El trabajo es todo su mundo. Las personas que sufren esta adicción difícilmente se reconocen como enfermos.

Algunos estudios afirman que la televisión debe ser clasificada como una droga adictiva más. Según estos estudios, el consumo de televisión cumple seis síntomas de los que se utilizan para diagnosticar una adicción: utilización como sedante, visión indiscriminada, sensación de pérdida de control durante la visión, sentirse mal con uno mismo por excederse en el consumo, incapacidad de dejar de mirar, sentirse incómodo y débil cuando no se está mirando la tele. La adicción a la televisión es una enfermedad que puede acarrear serios trastornos de conducta,
por no hablar de los criterios culturales que forma.

Pero siendo el mundo de hoy un mundo “mediático” o “informatizado” es de suponer que nuevas adicciones hayan aparecido asociadas precisamente a la “mediatización de la vida”. Quizás la más notoria y que merece un llamado de alerta es la “adicción a internet”. A esta adicción se le reconoce con varios nombres: desorden de adicción a internet –Internet Addiction Disorder (IAD); Uso compulsivo de internet o uso patológico de internet, Pathological Internet Use (PIU). Entre las modalidades de adicción se señalan: adicción cibersexual (pornografía, relaciones sexuales que se consumen en páginas web) adicción a las ciber-relaciones (grupos de discusión, email, chats…), compulsiones adictivas a la red (juegos de azar, comercio electrónico…) y los llamados “vagabundos electrónicos” (navegar por la red sin una meta específica). Aún cuando internet podría ser solo un medio para realizar otros comportamientos adictivos, considerando esto y el hecho registrado en la literatura científica de que existen casos de adicción a internet por internet, tenemos razones suficientes para tener ciertas precauciones y estar alertas.

De manera general se habla de algunos elementos que podrían estar significando que estamos ante una adicción a internet. Entre ellos podemos distinguir: sensación de desesperación y angustia incontenible por llegar a la computadora y conectarse, cantidad de horas que se está “conectado”, mantener en secreto esta información porque se considera verdaderamente excesiva en la opinión de otros, reincidir en el tiempo abusivo de conexión a pesar de observar consecuencias negativas (físicas y sociales), sentimiento de intimidad y satisfacción profunda al estar conectado en la red, percepción de otras personas de que no se hace otra cosa que estar conectado.
Una de las secuelas negativas para los internetaholics (Ios adictos a internet) es la privación del sueño, que se produce por la incapacidad para cortar la conexión, permaneciendo despierto hasta altas horas de la madrugada. Esto trae consigo fatiga, deterioro de la salud, estados de ánimo malhumorados. Asimismo se ha observado en los internetadictos un decremento en la comunicación con familiares, la pérdida de convivencia en la casa, reducción del círculo de amistades y actividades sociales, depresión, soledad.
Se producen también alteraciones negativas del estado de ánimo, ansiedad o impaciencia por la lentitud de las conexiones o por no encontrar lo que se busca, irritabilidad y agresión por interrupciones y otras.

Todas las adicciones son instrumentos del empobrecimiento de la vida y suponen la renuncia a nuestro desarrollo pleno como seres humanos. Ellas nacen usualmente de comportamientos que consideramos inocuos, –“esto no le hace daño a nadie”, de excesos en los que decimos “yo sé controlarme”, de encerrarnos en algo para no reconocer lo que tenemos que afrontar, de rutinas y hábitos con potencialidad nociva y del no priorizar y cultivar las cosas esenciales de la vida.

No abra nunca las puertas a una adicción. Mantenga su probabilidad en cero. Siéntese a solas un momento y pregúntese: ¿tengo alguna adicción? Piense también en sus hijos, en las personas que están en el círculo de sus influencias: ¿tiene alguna adicción? Pregúntese incluso, si hay algo que potencialmente podría convertirse en una adicción.
Si su respuesta es no, relájese, pero mantenga siempre un alerta. Pero si su respuesta es sí, entonces no lo deje para después. Nunca se sabe con exactitud cuándo será demasiado tarde. Saque de su camino lo que puede desviarlo por un sendero de infelicidad y malestar.