Estamos embarazados

Manuel Calviño

Eran los días en que por las pantallas de nuestras casas circulaba Nueve Lunas, una teleserie argentina escrita por la talentosa Graciela Maglie, y que entre sus protagónicos contaba con Oscar Martínez, galán del verbo y la mesura (De poeta y de loco, Ilusiones), y la Cecilia Roth, ampliamente conocida en nuestro país, tanto en cine como en televisión. Justo una noche en la que se trataba el tema del aborto me llamó por teléfono una compañera de estudios, de los tiempos del Pre del Vedado, preocupada porque su hijo y la esposa atravesaban por una situación difícil.

“La vida nos ha cambiado mucho… –me dijo el joven arquitecto cuando vino a mi consulta– antes nos pasábamos todo el tiempo en la calle, de fiesta en fiesta, de paseo en paseo. A la casa sólo a dormir. Pero desde que ella se embarazó no vamos prácticamente a ninguna parte. Hay mucho aburrimiento entre nosotros. Imagínese, si esto es así ahora, qué será cuando ella para”.

Es cierto que la vida cambia para una pareja cuando llega el embarazo. Lo mismo sucede con la llegada de un hijo o una hija. Es cierto que incluso con “equipo de apoyo”, la calle se torna más distante. Pero le hice saber a mi interlocutor que una expresión me llamaba mucho la atención, “desde que ella se embarazó”. ¿A usted no le llama la atención?

Pensé que quizás el joven “aburrido” tomaba al pie de la letra la definición del Diccionario DRAE del Encarta: “embarazo. m. Impedimento, dificultad, obstáculo. || 2. Estado en que se halla la hembra gestante. || Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos. Claro, desde esta perspectiva el embarazo es un “estado en que se halla la hembra” (“ella se embarazó”), y de otra un “impedimento” (“no vamos a prácticamente a ninguna parte”). Resultado, en palabras de él mismo: “Yo no quiero decir que toda la culpa es de ella, pero…”. Recordé precisamente un trabajo de la guionista de Nueve
Lunas en el que decía: “El sexismo se manifiesta como un ejercicio discriminatorio por el cual se adscriben características psicológicas y formas de comportamiento y se asignan roles sociales fijos a las personas, por el solo hecho de pertenecer a determinado sexo, restringiendo y condicionando de este modo la posibilidad de un desarrollo pleno para todos los sujetos sociales, sean estos hombres o mujeres”.

En todo caso, mi línea de pensamiento era más primaria: nadie “se embaraza”. Existe la reproducción humana asistida. Existen la inseminación artificial, la fecundación in vitro. Esto es una realidad. Tanto como que siempre, siempre, el embarazo es cosa de dos. Puede sencillamente ser un modo de decir, eso que tanto escuchamos de “salió embarazada”, “la embarazaron”, “se embarazó”. En todo caso no es un buen modo de decir. Pero también puede estar indicándonos que necesitamos mirar el asunto un poco más de cerca. El embarazo empieza con dos y termina con tres (al menos). Pero nunca es cosa de uno, ni de una.

“Mirémoslo desde varios puntos” –le comenté a mi interlocutor.
Si miramos al embarazo como la fecundación, tenemos cuestiones muy claras. Puede que la fecundación sea no deseada, no esperada. Se sacaron mal las cuentas. Olvidado quedó el preservativo. El dispositivo intrauterino no se revisaba hacía mucho tiempo. En fin. Pero más allá de ser o no deseado, de ser o no esperado, es cosa de dos. Hay dos actores en la fecundación. “En nuestro caso habíamos acordado tener un hijo… nos gusta la idea de ser padres jóvenes para compartir muchos años con nuestros hijos”. Esto es algo fundamental. Un embarazo deseado es una puerta ancha de entrada al mundo de la felicidad de la pareja y del que vendrá.

“Tomémoslo del lado del período en que se produce la gestación de la criatura”. Entonces ahora los actores son tres. Dos se comportan mediados por la voluntad propia, y el otro se comporta, por el momento, sujeto a la voluntad de los dos primeros. Y aquí tenemos que decir que hay mucho que rehacer, cambiar, mejorar.
Con las mejores tradiciones recientes aprendimos que “hay que cuidar a la embarazada”. Los cuidados de su alimentación, de su descanso. El estado físico y mental de la gestante puede tener una u otra valencia en dependencia de lo que haga o deje de hacer su compañero. Pero todavía en esta tradición se prioriza, sobre todo, el cuidado que la propia gestante debe tener de su estado.

El gran cambio, el gran reto, viene de entender dos cosas fundamentales. La primera que ya desde el período de gestación, el nuevo miembro de la familia requiere de cuidados. Muchos de ellos le llegan por la vía del cuidado del estado materno. Pero aún hay más. El desarrollo sensorial del futuro neonato depende no solo de estimulaciones internas (dentro del hotel todo incluido en el que vive), sino con mucho de estimulaciones externas. Cuando el padre acaricia la pared de la “piscina amniótica” acaricia también al pequeño. Cuando este patea las paredes internas y alguna que otra vez más allá de la pared está la mano paterna, se está favoreciendo el desarrollo sensorial táctil.

La voz. Un gran aliado del desarrollo prenatal. Tengo una anécdota especial con el más pequeño de mis hijos, Manuel Ernesto. Durante todo el embarazo yo le hablaba mucho. No faltaron los que se reían cuando me atrapaban en mi “diálogo con la barriga materna”. Cuando el pequeño nació yo no estaba a su lado. Inconvenientes migratorios. Pero cuando unos días después aparecí y le hablé, el nuevo Calviñito me miraba con los ojos abiertos, concentradamente, como quien dice “caramba, esa voz me es muy conocida”. Hay que asumir, en el escenario específico, la invitación cinematográfica de Almodóvar: Hablé con ella, con él, con los dos. Conversen.
Por otra parte, en ese período de tiempo que reconocemos como “el embarazo” hay que empezar a escribir el nuevo guión de vida. Hay que comenzar a montar el escenario en el que se quiere realizar ese guión. Y todo esto significa que la pareja inicia la construcción de una nueva dimensión de su relación. Todo lo que conocemos como la determinación de un nombre, las compras de pañales, ropitas, todo eso
y mucho más son las formas no conscientes del advenimiento relacional. Si lo tomamos en nuestras manos en toda su dimensión, será no solo más placentero, sino más productivo de cara al futuro de la familia.

La responsabilidad conjunta en la concepción, el embarazo y el parto es una asignatura todavía pendiente en muchas parejas: ella deja de fumar, él no; ella cambia sus hábitos de descanso, él no; ella va al médico y se preocupa por el estado de la criatura, él no. El camino es otro: “Uno para todos. Todos para uno”. El embarazo de conjunto favorece la salud de la relación y la del que viene en camino. La pareja no se desdibuja en el embarazo. Muy por el contrario, crece. Se perfila en nuevas dimensiones. Se ensancha. Se profundiza.

A esta altura le pregunté a aquel a quien estaba convenciendo de ser también arquitecto de su futuro como padre, del futuro de su familia: “Honestamente ¿crees que es como para aburrirse?”.

Lo cierto es que aquel joven salió de mi consulta un poco asustado, pero muy complacido y convencido. Con la cabeza llena de ideas para hacer y el corazón repleto de deseos de hacerlo. Y cuando me asomé a la puerta de mi despacho para pedir a mi próximo paciente que pasara lo escuché conversando con alguien que le preguntó por la esposa, y mi discípulo temporal le respondió: “¿Pero tú no sabes que estamos embarazados?”.