Cuando ya es demasiado

Manuel Calviño

Es muy posible que en algún momento usted se haya sentido molesto al parecer sin causa alguna. Es muy probable que en ese momento algún incidente de poca importancia haya provocado en usted una reacción tan negativa que usted mismo podría catalogar de desmedida. O simplemente esa molestia quizás se tradujo en apatía, indiferencia, como que todo le da igual, “total, una más no cambia nada”. Pero al mirar más de cerca esas reacciones usted encuentra que ellas tienen que ver con que está fatigado, se siente rendido, quién sabe si hasta un poco abatido, como triste, angustiado. Entonces percibe claramente que ha tenido unos días muy sobrecargados. Se ha sentido próximo al límite de sus fuerzas, presionado por todo lo que tiene que hacer: “Es mucho para un solo corazón”. Es allí donde alguien que lo conoce bien se convierte en traductor de sus emociones y le dice: “Te veo agobiado”.

El agobio es una reacción emocional de alerta y defensa. Es un llamado de atención, un mensaje claro de nuestro organismo: “Estás sobrepasando los límites. No sigas sobrecargándote”. Y de no hacer caso al llamado es posible prever consecuencias muy desagradables: rechazo a uno mismo y a las personas implicadas en la situación a la que asociamos el agobio, “estoy que no quiero ni verme la cara a mí mismo”.

El lugar de nuestra usual eficiencia cotidiana lo ocupa un bajo rendimiento comportamental, “no pongo una, nada me sale bien”. Tendencia marcada a abandonar las tareas y responsabilidades, “no me importa lo que pase, pero yo no voy a mover un dedo más”. Dificultades con algunos hábitos de vida asociados sobre todo a la alimentación y al descanso, “y para colmo no logro dormir bien”. De modo que, reconociendo estos efectos negativos, el agobio se convierte en un mal a combatir.
Y siguiendo el principio de “la mejor cura es la prevención” (lo que en el lenguaje popular significa algo así como “más vale precaver que tener que lamentar”), el agobio es un mal a evitar.

Creo que fue P. Drucker quien afirmó que para resolver los problemas hay que identificar los efectos y actuar sobre las causas. ¿Y cuáles son las causas del agobio? Pues como en casi todas las cosas de nuestra vida hay dos tipos de causas fundamentales: las que se generan en nuestro entorno y las que nosotros mismos nos generamos. Las primeras son fácilmente detectables. Existen condiciones y personas agobiantes. En cualquier esfera de nuestra vida puede aparecer la malsana sombra de los agobiantes. Quien no conoce a un jefe que está convencido que somos una cuerda elástica y que lo aguantamos todo: “Dale esa tarea también a él, que es muy capaz y es un mulo trabajando”.

También hay vecinos, colegas, amigos agobiantes: los que llaman por teléfono cada vez que les pasa algo así sea lo más insignificante, los que nos trasmiten sus inseguridades y angustias en los momentos más inoportunos, los que apegados a una idea fija nos la imponen una y otra vez en cada conversación; en fin los que nos sobrecargan sin darse cuenta o sin importarles nuestro agobio resultante.

Pero todo esto tiene un límite si nosotros sabemos decir “esto ya es demasiado” antes de que sea demasiado tarde para decirlo. Y es precisamente aquí, donde descubrimos que muchas veces nosotros mismos somos generadores de nuestro agobio o nos convertimos en cómplices ingenuos de aquellos que nos lo generan. Reconocer esto, ya es un gran paso de avance porque ponemos en nuestras manos la posibilidad de evitar el malsano agobio. Recuerde siempre que poner en sus manos la posibilidad de cambio es el primer paso para cambiar.

¿Y dónde encontramos nuestra complicidad o incluso responsabilidad en la generación de nuestro agobio? Sea amplio, desprejuiciado, autocrítico y trate de identificar si es usted o no su propio agobiante analizando las siguientes actitudes:

1.Es usted de los que delega o de los que padece del síndrome de Superman (para actualizarlo un poco, pudiéramos llamarle el síndrome de Indiana Jones). “No, deja, yo lo hago”, “sí, sí… no te preocupes, personalmente me encargo de eso”, “por supuesto que puedo, tengo muchas cosas, pero por una más no me va a pasar nada”. Frases típicas del “superman cotidiano”, lo mismo en el trabajo, que en la casa, que con los amigos. El eslogan inconsciente: “Yo lo puedo todo”.
Sí. Lo puede todo. Hasta agobiarse y no poder nada.

2.Si una cara del “supermanismo” es todo lo puedo, la otra es:
“No se puede confiar en nadie”. Entonces, además de que todo lo puedo, todo lo debo hacer yo porque de lo contrario: “Es que no hacen las cosas como a mí me gusta”, “que va, él no está preparado todavía, ya tendrá tiempo de hacerlo en otro momento”, “le falta experiencia”.
El eslogan inconsciente, “solo yo puedo”.

Es probable que ahora mismo usted esté pensando en otra persona y no en usted, que identifique en algún conocido o conocida tales actitudes, incluso puede esté pensando que en el fondo se trata de la autosuficiencia de algunos. Le insisto: piense en usted mismo. Cualquiera puede ser en alguna situación un “auto agobiante”. Y no necesariamente por autosuficiencia. Puede ser por ingenuidad, o por sobreprotección, o por desconfianza. Incluso por una inadecuada comprensión de las responsabilidades y compromisos.

3.Admitamos incluso que usted es “superman”, pero ¿cómo puede mantener viva su energía casi inextinguible? ¿Hace usted ejercicio
físico? ¿Recupera de manera adecuada la energía consumida durante el día? Cuando no descansamos adecuadamente estamos abriendo paso al agobio. Cuando no ponemos atención a nuestra condición física, estamos abriendo paso al agobio. Es más, el ejercicio físico puede convertirse en un “canalizador de agobio” de suma importancia. Largas jornadas de dedicación y ocupación se van acumulando en nuestro organismo y no hay que dejarlas llegar al borde de la explosión. La desatención a nuestro imprescindible descanso, nuestros modos inadecuados de alimentación y la falta de algún ejercicio físico son también jinetes del “apocalipsis agobiante”.

4.Un capricho es un deseo irreflexivo, que se acompaña de una fuerza emocional importante. Junto a los caprichos hay, usualmente, mucha vehemencia, es como un deseo muy fuerte de algo que sin considerar cuál sea su importancia real, en el momento en que se convierte en un capricho adquiere la categoría de ser vital. Por lo general, se habla de caprichos en los niños y en las mujeres embarazadas. Pero, infelizmente hay adultos que al parecer no superaron su estadio de niño caprichoso, y hacen del intento de realizar sus caprichos un modo de vida. ¿Es usted una persona caprichosa? Es decir, cuando se le “mete” una cosa en la cabeza le brota una sordera que no lo deja oír al otro, una ceguera que no lo deja ver las cosas como son, sino como usted se las representa, una tozudez, una obstinación, que al final ya sabe, “o lo hago, o lo hago”, no hay alternativa. Los caprichos con mucha frecuencia van a parar al agobio. Puede ser que por un momento sean comprensibles y hasta simpáticos, puede parecer por un tiempo manejables, pero cuando toman fuerza, resultan sencillamente injustificables e insoportables. Productores del malestar del agobio. Y somos nosotros los únicos responsables.

5.Una más, y no porque sean estas las únicas actitudes cómplices o generadoras de agobio, ¿tiene usted conciencia de sus limitaciones?, ¿está verdaderamente preparado para hacer todo lo que se compromete a hacer? Los seres humanos somos ilimitados en nuestras ansias, pero al menos temporalmente tenemos limitaciones en nuestras capacidades. Somos capaces sí de superar nuestras capacidades, de reducir constantemente los márgenes que nos limitan, pero en cada “aquí y ahora” hay algo que no podemos inmediatamente. Asumir tareas muy por encima de nuestras capacidades actuales y de las potencialmente realizables en una zona próxima de nuestro desarrollo, es también favorecer la aparición del agobio. Todo tiene su momento y todo exige un conocimiento.

Recuerde que no hay mal que dure sino es porque de alguna manera somos sus cómplices. No se deje atrapar por el agobio. Pero si a pesar de todo en algún momento de su vida cae en sus garras, entonces no olvide que una actitud positiva ante la vida es nuestro mejor instrumento de salud y bienestar. En esos días en que todo parece que conspira contra usted, cuando lo invada una equivocada certeza de que no puede más, de que nada vale la pena, recuerde que si somos positivos saldremos adelante. Es cierto que la vida a veces aprieta mucho. Pero si sabemos afrontarla ella nos premia con la felicidad.